Paloma Mozo
Sentada sobre la boca de un volcán
Vivir es estar sentada sobre la boca de un volcán, y aceptarlo nos ahorra sufrimiento.
Hace unos días publiqué una felicitación de Navidad con una foto en la que aparezco como una Virgen María lactante. La felicitación no puede ser más bella, el objetivo es honesto y necesario y la foto del gran artista Manuel Zambrana es impactante y hermosa. Además el respeto a la figura iconográfica de la Virgen es absoluto excepto por el torso desnudo que muestra una cicatriz donde antes había un pecho. Esta foto habla de la vida abriéndose paso a través de la enfermedad y el dolor y llenándolo todo de la calidez de la leche materna, habla de nutrición y cuidado, habla de cuerpos reales con sus cicatrices. Es una promesa de vida, de amor y de gozo, que resulta más poderosa que todos los miedos y que todo el sufrimiento. Esta foto habla de que hay cosas por las que merece la pena vivir. Y, sin embargo, numerosas páginas de asociaciones dedicadas al cáncer de mama han rechazado la publicación y una persona con la que estaba hablando para una posible colaboración, me dice que no quiere que se asocie este tipo de imagenes con su negocio.
Respeto totalmente estas decisiones pero me dan mucho que pensar. Creo que el rechazo viene de que esta foto no es correcta. Esta foto nos confronta con las verdades de la vida, destilando belleza en estado puro, y pienso que definitivamente esto va en contra de lo correcto pues la vida nunca es correcta, siempre se sale de nuestro control. La carne es incómoda, el placer y el dolor estallan de forma inconveniente, el sudor empapa delatoramente el cuerpo, la sangre siempre sale a borbotones imprevistos, los fluidos no respetan los límites ni obedecen las leyes humanas, los cuerpos enferman, envejecen y mueren, y por último se secan y vuelven a la tierra. Y nunca es buen momento para todo esto, nunca queremos abandonarnos a nuestra vulnerabilidad, ni admitir lo frágiles que somos, ni por supuesto pensar en la muerte. Y sin embargo, por evitar mirarla, la muerte no desaparece, al contrario, se convierte en una sombra que no te deja respirar. Negar la dureza de la vida es como estar sentada sobre la boca de un volcán y mirar para otro lado.
Uno de los grandes aprendizajes de la vida es entender que de nuestra vulnerabilidad nace nuestra fortaleza, que es nuestra fragilidad la que nos impulsa a trascender y que la muerte es un derramarse dentro de uno mismo hasta volver a casa.
P.D.- No estoy profanando la imagen de la Virgen sino que, desde mi punto de vista, es todo lo contrario, le estoy rindiendo homenaje como el ser humano capaz de crear vida que fue.
