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  • Foto del escritorPaloma Mozo

Mi historia completa con el cáncer de mama y la mastectomía

Actualizado: 25 oct 2022

Monólogo sobre mi historia contado en la Jornada Arte y Salud organizada por la fundación Cultura en vena y realizada el 19 de Octubre de 2022, día internacional del cáncer de mama, en el museo Thyssen de Madrid.


Mi experiencia personal con el cáncer de mama no es para nada la habitual. Lo que puedo decir al respecto es que me ha hecho un poco más fuerte, más alegre, más disfrutona, menos miedosa, más atrevida, más tolerante y comprensiva, más guerrera también, más cercana a mi ser. Y no porque yo haya elegido un camino mejor o más facil, sino porque me tomé el tiempo de decidir qué quería y, cuando una decide conscientemente cuál es su siguiente paso, no hay arrepentimiento aunque le espere el abismo o la muerte. Vaya, qué trágico me ha quedado.





Esto es un añadido de palabras porque google me penaliza si escribo menos de 1000 palabras. Y esto es lo que pasa cuando retas a una persona creativa.

Cáncer, cáncer de mama, mastectomía, mastectomy. Arte, vídeos artísticos, la creatividad es la capacidad del ser humano para superar los problemas. Tenemos mucho arte.

Incluyo la transcripción del vídeo: Buenos días, soy Paloma Mozo. Soy actriz y, como podéis observar, tengo un solo pecho, precioso, y una cicatriz en forma de sonrisa. Pero esa es solo la última parte de mi historia.

No sabemos si el cáncer de mama en mi familia se remonta muchas generaciones atrás pero el primer caso que recuerda mi padre, que con 91 años es la memoria de la familia, es el de mi abuela Fermina, la madre de mi madre. Además de ella, Antonia, mi madre, Macu, mi hermana mayor, Pura y Agustina, hermanas de mi madre, Rosa, Marta y Gema, mis primas, y yo misma.

Mi hermana murió después de dos años de duros tratamientos. Por eso, cuando a mí me diagnosticaron cáncer de mama en el 2011 y mi entrañable doctor, que fue quien trató a mi hermana y con mucho pesar la vio morir, me recomendó quitarme los dos pechos y el útero, y darme quimio y radioterapia como prevención, yo hui despavorida. En ese momento tenía cuarenta años y una carrera de actriz que no acababa de despegar, y sentí que hacer todo eso que me decían significaba la muerte para mí, tal vez no física pero sí la muerte total de mi espíritu. Le pedí tres meses a mi querido doctor para probar otro tipo de terapias y, para sorpresa de todos, incluida yo misma, al cabo de esos tres meses, el cáncer ya no estaba y durante un año y medio las revisiones dieron todo bien. Mi doctor y yo estábamos emocionados, incluso nos abrazamos lagrimeando. Y sí, me sentí súper poderosa durante un tiempo. Debo decir que ese médico ha sido el único, de todos los que después me han tratado, que me preguntó qué había hecho durante esos tres meses. Un año y medio después, no recuerdo con qué motivo, me hice unos estudios privados y la doctora me dijo que se veía una pequeña lesión en la mama con aspecto de tumor. Entonces me fui a vivir a México huyendo de la presión familiar y médica que se desencadenaría si se enteraban de ello.

Viví siete años con el tumor en el pecho, siete años durante los cuales florecí: me enamoré y formé una pareja estable, me desarrollé profesionalmente como no lo había hecho en España. Actué, creé mi propia compañía, dirigí varios espectáculos, entre ellos mi primer musical, seguí dando clases e incluso comencé a experimentar aplicando las técnicas teatrales como terapia llegando a crear varios talleres. Todo esto es para decir que no viví presa del miedo, ni mucho menos, simplemente seguí apasionadamente con mi vida.

En el 2019 decidí operarme porque el tumor había salido a la piel y resultaba incómodo, además comenzaba a comerme la moral el hecho de no poder sanarlo del todo como la primera vez, ya veis mi arrogancia. Vine a España, los médicos enloquecieron cuando me vieron, me hicieron mil pruebas, incluido el tac última generación, pensando que seguro tenía el tumor por todo el cuerpo. Pero no, había crecido mucho pero solo en la mama. Lo demás es historia, me hicieron mastectomía radical, me ofrecieron quimio y radio, que yo amablemente rechacé pero acepté el Tamoxifeno porque creí que podía hacerme sentir más tranquila, a mi mente y a mi familia. De eso hace tres años. En total, hace once años desde que me diagnosticaron cáncer de mama y a día de hoy estoy sana.

¿Cómo es posible esto? No lo sé, no soy científica, pero durante este periplo personal, que no digo que haya sido el mejor pues fue en gran parte irracional, he tenido mucho tiempo para observarme y analizarme y explorarme desde las herramientas que manejo como profesional del arte dramático, Y me gustaría comentaros solo algunas de mis impresiones durante ese proceso de experimentación.

Soy consciente de que mi salud es un estado de equilibrio precario entre el cuerpo físico, el emocional y el mental. Pero siempre he confiado totalmente en mi organismo y en que los procesos en los que se embarca son intentos desesperados de recuperar ese equilibrio.

Creo que mi tumor nació de una emoción intensa y repetitiva en mi vida que tenía que ver con culpa, culpa por no ser suficiente, por decepcionar al otro. Tengo localizado el día en que esa emoción se hizo tan intensa que una ráfaga eléctrica recorrió mi cuerpo haciendo temblar mis células.

Creo también que mi tendencia a tragarme las emociones es el detonante de mis alteraciones físicas y que cuando me doy el espacio para vivenciarlas y expresarlas físicamente mi cuerpo recupera su equilibrio. Doy gracias a mi inconsciente que sabiamente eligió una profesión que me iba a enseñar cómo hacerlo.

Durante los tres primeros meses de mi proceso, tras los cuales el tumor desapareció, seguí una dieta totalmente libre de alimentos procesados e inflamatorios que me puso en un estado de lucidez mental profundo, lo cual me permitió abrazar la posibilidad de morirme y de ese abrazo nació un calorcito interno, una sensación de paz y bienestar que le permitió a mi cuerpo hacer su trabajo. De alguna manera me sentí en estado de gestación: dándole al cuerpo el espacio y el tiempo para hacer sus procesos de vida. Creo que hay que abrazar la muerte para vivir plenamente.

Después de ese increíble y casual triunfo, en mi cuerpo se instaló de nuevo la culpa, esa sensación de merecer un castigo, desgraciadamente no he podido localizar el momento en que esto ocurrió.

Paralelamente, mi organismo entero se creyó firmemente la idea de que el tumor no iba a salir de la mama si yo conseguía expresar mis emociones en lugar de guardármelas. Comencé a entrenar a la mente en el silencio y, basándome en una meditación tibetana que me enseñaron una vez, cree un ejercicio para liberar la presión emocional, que consiste en sumergirse de lleno en la emoción, desconectándose de los pensamientos que la provocan. Y oh, sorpresa, la emoción se agota rápidamente en sí misma dejando una calma plena. Sobre esa base comencé a experimentar en mí misma y en mis alumnos buscando liberar emociones profundas del inconsciente.

Es evidente que el arte dialoga directamente con nuestro inconsciente pudiendo provocar fuertes cambios en él. Específicamente, el Arte dramático nació en forma de rituales destinados a reestructurar y equilibrar nuestro inconsciente y, en consecuencia, a modificar nuestra realidad. Hay movimientos, sonidos y vibraciones, formas y colores que dialogan con nuestro organismo para armonizarlo.

El arte es el arte de vivir. El arte puede ser salud y si yo hoy estoy viva es en parte gracias a él. Y no importa cuántos años, meses o minutos más viva, yo ya he ganado, porque a través esta experiencia he aprendido a vivir.

Creo que la medicina y el arte deberían unirse para investigar. Por eso estas jornadas y el trabajo de la fundación Cultura en vena tienen todo el sentido para mí.

Por mi parte, ahora me he embarcado en el proceso de aprender a amar mi nuevo cuerpo y de naturalizar la imagen y la presencia de la mujer mastectomizada en la sociedad a través del arte. Para ello he creado el blog Las chicas del can can.com que os invito a visitar. Gracias por escucharme.


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